En los últimos años, Argentina ha sido testigo de una serie de fenómenos climáticos extremos que nos han obligado a pensar en una agenda de adaptación y mitigación a los efectos de esta crisis. La particularidad de la semana pasada y los días que vienen por delante tiene que ver con las fuertes lluvias y tormentas que azotan nuestro país, dejando un saldo de miles de afectados y dos muertos hasta el momento.
Hace apenas un año, salíamos de la peor sequía en seis décadas, un evento devastador que impactó profundamente en nuestra nación, conocida por ser uno de los principales agroexportadores de la región. Esta sequía provocó una caída del 51% en los ingresos de divisas provenientes del sector, evidenciando la fragilidad de nuestro sistema frente a eventos climáticos extremos.
La pregunta que surge es ¿cómo explicar esta variabilidad climática en tan poco tiempo? ¿Y cómo podemos aspirar a un desarrollo sostenible si desconocemos el impacto que tendrán estos eventos en nuestra economía y sociedad?
Partamos de la premisa de que los eventos climáticos sin duda nos afectarán en mayor o menor medida. La población argentina se verá sumamente afectada por la variación en la temperatura media global.
Para explicarlo en términos sencillos, el aumento de la temperatura incrementa el nivel del mar producto del derretimiento de los polos. Esto genera un mayor caudal de agua, que por un proceso algo más complejo que la mera condensación, termina en la tierra en forma de lluvia. En otros casos, se produce el evento climático contrario, causa del fenómeno prolongado que denominamos "La Niña", asociado a la intensa sequía y falta de lluvias que afectó al país en los últimos 3 años.
Vale aclarar que la idea de limitar nuestro desarrollo económico en pos de una mínima reducción de los gases de efecto invernadero resulta insignificante para las emisiones que nuestro país genera. Sin embargo, sí debemos pensar en una agenda de adaptación y mitigación a la crisis climática siempre y cuando rompa con la tensión entre el ambiente y el desarrollo, y se piense en este último como necesario para que las políticas ambientales cierren con la gente adentro.
En este escenario, Argentina no solo se enfrenta a posibles incendios, olas de calor, lluvias extremas que superan ampliamente los milímetros cúbicos que nuestras ciudades puedan llegar a soportar o incluso sequías, sino que también nos enfrentamos a una crisis socioeconómica exacerbada por políticas gubernamentales como la devaluación, que ha incrementado los precios y ha empujado a un mayor porcentaje de la población hacia la pobreza e indigencia.
Progreso, industrialización o barbarie
Es necesario e incluso extremadamente explicativo citar el concepto de civilización planteado por Alberdi que reviste un aspecto económico y otro político, conjugados para aludir al progreso genuino y a la libertad de los pueblos. Para él, civilización, libertad y progreso se implican mutuamente: la riqueza económica depende del trabajo productivo y de las virtudes industriosas de los individuos volcadas en el intercambio voluntario.
Me interesa que nos enfoquemos en reflexionar sobre uno de los conceptos fundamentales de Juan Bautista Alberdi: el trabajo productivo. Si bien Alberdi estaba condicionado por el contexto histórico y la necesidad de poblar Argentina, es evidente su énfasis en la expansión y el comercio de una tierra fértil y rica. Esta visión nos invita a considerar cómo podríamos imaginar un sistema de industrialización nacional en la actualidad.
Sin embargo, debemos reconocer que enfrentamos desafíos significativamente distintos a los del siglo XIX. Hoy en día, nos encontramos con limitaciones impuestas por los ecosistemas, así como con la necesidad de aprovechar nuestros recursos naturales de manera soberana, generando trabajo y valor agregado. Además, debemos tener en cuenta que cualquier estrategia de desarrollo debe velar por mejorar las condiciones de vida de los trabajadores y no empeorarlas, abordando aspectos como la salud, la vivienda y el transporte, así como la protección de los medios de producción, como la tierra y los recursos naturales.
En este sentido, es imperativo cuestionar cómo podemos alcanzar un desarrollo sostenible si no consideramos estos aspectos cruciales. Esta crítica implícita también señala las medidas de empobrecimiento de las grandes mayorías promovidas por el gobierno de Javier Milei. Nos enfrentamos al desafío de construir un ambientalismo nacional que sea parte integral de la discusión sobre el entramado productivo necesario para el progreso de Argentina y la mejora de las condiciones de vida de la gente.
Resulta evidente que estamos atravesando un momento muy desordenado y distante de los ideales recién planteados, pero esto se debe a que los impactos de la crisis climática representan una variable desestabilizadora importante para la situación actual. La posibilidad de desarrollo productivo en la que nos encontramos es una gran posible solución a los problemas de las y los argentinos precarizados y sumergidos en la pobreza.
Disponer de ciudades desarrolladas y planificadas permite a los estados y ciudadanos priorizar esta agenda de desarrollo productivo. Hoy en día, es incompatible tener ciudades inundadas durante semanas completas, con tarifas de transporte extremadamente altas y salarios paralizados desde hace meses. Es tan simple como entender que así, con estas condiciones, es imposible movilizarnos a nuestro trabajo. Y mucho más imposible es pensar en un desarrollo nacional industrializado sin trabajadores y trabajadoras.
Los argentinos nos enfrentamos a un sinfín de desafíos, por eso debemos impulsar firmemente un cambio en la forma en que se planifican las ciudades, priorizando que estas atiendan los desafíos presentes pero, sobre todo, los contextos climáticos futuros. Alberdi entendía la importancia de la libertad y el progreso económico como pilares de la civilización, pero también reconocía la necesidad de adaptarse a los tiempos y las circunstancias cambiantes. Siguiendo su legado, debemos promover un modelo de desarrollo productivo que promueva la prosperidad económica.
Con la gente adentro, con pensamiento crítico y con el deseo de una Argentina con justicia social y ambiental, seguiremos profundizando las líneas pragmáticas necesarias para sentar las bases, repensar y discutir el desarrollo productivo de nuestro país, en este espacio durante todo el año.
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