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La década perdida




El largo ciclo de caída o la década perdida 


En el día de hoy se completó la publicación de los indicadores sociales y económicos del 2023. Por supuesto que uno querría estar haciendo otro diagnóstico en el marco de una coyuntura diferente, pero la realidad es la que manda y la que impone hablar (en base a datos) de una década perdida. Para graficar esta afirmación basta con observar 6 indicadores: Inflación, Exportaciones, PBI per cápita, Población, Desempleo y Pobreza. Comparando el valor de estas 6 variables al momento de cada comienzo de los mandatos presidenciales se puede apreciar su evolución inestable y/o a la baja, según el caso, en las distintas etapas políticas, las cuales tuvieron una constante en la incapacidad de inaugurar un modo de acumulación sostenible para el país.

A continuación veremos un cuadro resumen de estos datos, seguido de una breve lectura descriptiva. Finalizada esta última, cerraremos con un análisis de las razones que nos han traído a esta tragedia, que por supuesto es reversible.


2011

2015

2019

2023

Inflación

18.3%

27.8%

53.8%

211.4%

Exportaciones

84.269.000 US$

(-24% i.a.)

Saldo (E-I):

10347000 US$

56.788.000 US$ (-17% i.a.)

Saldo (E-I): -3.419.000 US$

65.115.000 US$

(+5.4% i.a.)

Saldo (E-I):

15.990.000 US$

66.788.000 US$

(-24.5% i.a.)

Saldo (E-I):

-6.926.000 US$

PBI per cápita

12848 US$

13789 US$

9963 US$

---------

Población*

41.261.490

43.131.966

44.938.712

46.654.581

Desempleo

7.1%

6.8%

8.9%

5.7%

Pobreza

29.4%

30.1%

35.5%

41,7%

Fuente: Los datos utilizados corresponden a una serie diferente de fuentes según el indicador. Entre ellas se encuentran el INDEC, el IPCBA, el CEDLAS y el Banco Mundial.  En algunos casos se utiliza la misma para toda la serie, mientras que en otros es combinada. Esta selección se debe a la falta de datos confiables del INDEC en una etapa.


Las variables en la debacle


Inflación


En materia inflacionaria encontramos una de las muestras que más evidencian el deterioro progresivo como la película que nos trajo hasta la foto actual. Si uno mira los números del final del primer mandato de Cristina Kirchner ya se podía ver un ritmo alto en el crecimiento generalizado de los precios, dado que el 2011 cerraba con una tasa del 18.3% (siguiendo en este caso y para el año 2015 los indicadores del IPCBA). Cepo y devaluación del 2014 mediantes, el kirchnerismo se despedía en el 2015 con una inflación del 27.8%, es decir un 50% más alta que al inicio de su último período gubernamental. Ese ritmo de crecimiento de la tasa, lejos de aminorarse, pasó a un escenario de duplicación en el 2019, cuando Mauricio Macri cerró su mandato con un 54.3% de inflación. Para cerrar la serie en cuestión, tenemos el 211.4% que dejó el Frente de Todos en el 2023, cifra que implicó casi cuadruplicar el valor del IPC anual.


Exportaciones


En lo que refiere a las exportaciones, la Argentina ha tenido un derrotero irregular en materia de exportaciones. Alcanzó los 84.269.000 US$ en el 2011, totalizando un superávit comercial de 10347000 US$. Ambas cifras descendieron a 56.788.000 US$ y -3.419.000 US$, respectivamente, en el año 2015. Esa tendencia se revirtió en 2019 para alcanzar los 65.115.000 US$ y totalizar un balance comercial positiva de 15.990.000 US$, mas no se sostuvo para 2023, pues las exportaciones se estancaron en un 66.788.000 US$ y el saldo volvió a un déficit de -6.926.000 US$.


PBI per cápita


En materia de PBI per cápita, lo que predominó para la Argentina es un estancamiento si miramos de punta a punta. Según datos del Banco Mundial, dicha variable cerró en 12848 US$ en el 2011, “escalando” a 13789 US$ para el 2015. Luego, sufrió una fuerte caída hacia el 2019, descendiendo a los 9963 US$, para prometer un retorno a los valores de 2015 al cierre del año pasado.


Población


La población argentina, por su parte, lejos está de mantenerse estática en cuanto a cantidad. Sosteniendo un patrón de crecimiento vegetativo, la sumatoria de los argentinos y argentinas ha alcanzado los 41.261.490 en 2011 según el INDEC, para crecer a los 43.131.966 hacia el 2015 y a los 44.938.712 en 2019, cerrando en una estimación de 46.654.581 el año pasado.


Desempleo


El desempleo ha sido en general bajo al final de los mandatos presidenciales, más eso no significa que haya seguido siempre la misma dinámica. A fines de 2011 terminó en un 7.1%, viniendo de una tendencia a la baja sostenida, la cual se mantuvo para estacionarse en un 6.8% en 2015. La trayectoria de esta variable cambió de sentido cuando Macri dejó el poder con un 8.9% de desempleo, retornando a la senda descendente hacia 2023. En este último caso se puede ver uno de los logros poco valorados de la gestión de Alberto Fernandez, dado que el 5.7% con el que se despidió su gobierno fue el más bajo desde que existe este registro.


Pobreza


La serie de pobreza entre 2011 y 2023 es una muestra más en lo que refiere a un pobre desempeño, en este caso social. Teniendo en cuenta que para los primeros dos valores fue necesario recurrir a las bases del CEDLAS, vemos que el valor de 29.4% del año 2011 finalizó la tendencia al descenso iniciada en 2003. En 2015, si bien marginalmente, ya hubo un ascenso al 30.1%, el cual se profundizó con el nuevo nivel de 35.5% que midió el restituido INDEC. El día de hoy nos enteramos que esa película, lamentablemente, no se detuvo durante la última experiencia justicialista, dado que el 2023 cerró en un 41.7%



¿Cómo salimos de este laberinto?


Este último apartado encierra la pregunta que todos los apasionados por la política nos hacemos. Y la sociedad ha elegido, frente a la falta de resultados, a Javier Milei para responderla, quizás como última gota antes de que rebalse el vaso de paciencia en forma de agua.


Ahora bien, gran parte de aquellos con la vocación de transformar esta triste realidad han elegido durante los últimos 100 días decir (en voz más alta o más baja) “que la sociedad se equivocó”. Desde mi humilde apreciación, el derrotero de los distintos indicadores sociales, productivos y macroeconómicos que ha generado la sucesión de 3 administraciones conformadas por aquellos “más preparados” invitan a pensar seriamente que, más que un cambio estructural de las preferencias electorales e identitarias argentinas, el Presidente sintetiza un grito al tono de “basta”. Eso, si bien es doloroso porque admite reconocer que nos ganó a todos alguien que probablemente nunca pensó ni se preparó para estar ahí, nos da la oportunidad perfecta para hacernos la siguiente pregunta: ¿cuáles son nuestros DNU 70/23 y nuestra ley ómnibus?


Responder el interrogante planteado en el párrafo anterior implica tener claro cuál es el camino que queremos recorrer en varios aspectos. Solo para enumerar algunos de los desafíos que componen ese objetivo:

1)    Decidir una política monetaria que permita darle nuevamente la función de reserva de valor a una moneda propia, para enterrar definitivamente los planteos trasnochados de una inviable dolarización;

2)    Tener claro si vamos a aceptar el rol contracíclico de la política fiscal, independientemente de si estamos frente a años electorales o no;

3)    Proponer  una alternativa creíble (y sostenible) de mercado de capitales en moneda local que canalice los ahorros hacia flujos de inversión y permita a los sectores público-privado financiarse de forma virtuosa (sin acelerar expansiones de la base monetaria);

4)    Sobre la base de esa moneda a fortalecer y el mencionado esquema de canalización del ahorro que brindarán estabilidad, desplegar un plan productivo y federal de crecimiento a largo plazo, que permita salir de las discusiones marcadas únicamente por las urgentes de la coyuntura;

5)    Acompañar esa discusión de estabilización fiscal-monetaria y diseño productivo-federal con un debate de modernización laboral que sea siente en la misma mesa a los 4 actores protagónicos de esta transición: los gremios del sector formal, los representantes de la economía popular, el amplio conjunto de PyMES y emprendedores, y los diversos representantes del trabajo por cuenta propia;

6)    Discutir el amplio conjunto de políticas públicas e incentivos que podríamos modificar para que el mapa demográfico de la Argentina sea modificado de manera virtuosa.


La lista puede ser eterna, pero la realidad es que esas y otras dimensiones deben tener respuestas concretas para estar en condiciones de ofrecerle una alternativa de progreso a la sociedad. Una moneda fuerte, un horizonte productivo que brinde expectativas y una integración de los diferentes subsistemas que conviven dentro del actual tejido social son algunas de las certezas que hay que tener claras para plantear un camino distinto al actual, cuyo único norte parece ser el de una estabilidad macroeconómica sostenida por el congelamiento de la estructura social. El pueblo argentino merece más que eso, pero para volver verosímil que tenemos una propuesta superadora, hace falta reconocer los errores que acumulamos los distintos espacios políticos (incluidos aquellos que los defendimos, más allá de que no hayamos gestionado personalmente) a lo largo de los últimos 12 años.


Fuentes

コメント


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